Debo confesar que siempre me había gustado la fotografía, esa capacidad de los fotógrafos para capturar un momento en una imagen y lograr que en ella se transmita acertadamente una o varias sensaciones al momento de ser vista. Conforme ha avanzado el curso me doy cuenta que no solo influyen las decisiones técnicas para que una fotografía sea buena, también existe la sensibilidad del fotógrafo y el mensaje que quiera mostrar. Para ver una fotografía no basta con mirarla, hay que observarla para entenderla.
Esa capacidad que tenemos de discernir si nos gusta o no una fotografía es una actividad que desempeñamos automáticamente. En el preciso momento de observar una fotografía decidimos si nos gusta o no. ¿Por qué?, no lo sabemos simplemente “hay algo” que nos hace ser atraídos por ella.
Sin embargo ese “algo” existe y está latente en la fotografía, una serie de algoritmos que consiguen centrar la atención en un punto en concreto y nos mueven a decidirnos que sea de nuestro agrado.
Al estar cada vez más familiarizada con términos como diafragma/obturador definitivamente mi cerebro trata de analizar esa parte técnica al observar una fotografía, ¿Cómo fue que el fotógrafo ensamblo la decisión de diafragma/ obturador para obtener ese resultado? Dominar el arte de centrar la atención es una de las suertes mágicas que tiene la fotografía y estos dos mecanismos son casi siempre los responsables. Hacer que una determinada fotografía resalte el motivo principal que se pretende fotografiar es concreto para que la historia que se desea contar sea clara, sin distracciones.
Algo que indudablemente provoca que mi ojo como espectador se dirija a un determinado punto dentro de la fotografía es el peso visual que ésta tenga. Todos los contrastes que se encuentren atraerán la atención, ese elemento diferente guiara a que mi vista se dirija hacia él.
El que ciertos elementos dentro de una fotografía estén o no desenfocados causa preguntas y curiosidad. Aunque, claro esto no quiere decir que una fotografía con gran profundidad de campo no guste, simplemente es una opción para llamar la atención.
La composición es indispensable para fijarnos en una fotografía. Cuando las líneas maestras en una foto convergen en un punto, nuestra atención se centra en él. Logran marcar un camino seductor que transmite montones de sensaciones.
Otro de los muchos factores que pueden existir para que guste o no una fotografía es la iluminación. Este último que menciono es de suma importancia, ya que con una iluminación acertada se puede generar cosas asombrosas que impacten y llamen aún más al espectador.
PERLA GARRIDO CRESPO
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